Desde que vio la luz en 2008, el libro Nudge (o Un Pequeño Empujón) de Richard Thaler y Cass Sunstein, puso en discusión la posibilidad de involucrar los hallazgos de la economía conductual en el diseño de las políticas públicas. Así, programas e ideas como Save More Tomorrow (con el objetivo de aumentar los ahorros pensionales de los trabajadores reduciendo el impacto del sesgo de presente, que plantea que los seres humanos le damos más valor a lo presente que a lo que puede suceder en el futuro), tomaron vuelo y se propagó la utilidad de estos conceptos para promover comportamientos saludables y beneficiosos en el Reino Unido y Estados Unidos.
El libro, incluso, llegó a las manos del entonces presidente Barack Obama, quien nombró a Sunstein dentro de su administración para incorporar nudges, o pequeños empujones, en el diseño de las políticas públicas.
El concepto básico detrás de la idea plantea lo siguiente: los seres humanos, al no ser enteramente racionales u Homo Economicus (idea ya planteada por el premio Nobel de economía Herbert Simon), necesitan ayuda para tomar decisiones que son buenas para ellos. Estas ayudas, o pequeños empujones, reducen el impacto de los sesgos cognitivos e irracionalidad humana, sin tener que reducir la libertad de decisión ni implementar restricciones a la libertad personal. Esto, casi como un oxímoron, se denominó Paternalismo Libertario.
A partir de estas ideas, se han creado numerosas organizaciones que contribuyen en la construcción de conocimiento y aplicación de las ideas de las ciencias del comportamiento (el concepto sombrilla que abarca también a la economía del comportamiento) para organizaciones públicas y privadas, y temáticas desde las pensiones hasta las relaciones interpersonales e intergrupales.
El 2022 llegó con una productiva discusión y análisis sobre la efectividad del “nudging” o de la acción de utilizar nudges. En enero salió a la luz un meta-análisis desarrollado por Mertens y otros investigadores de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, que mostró un efecto positivo e inusualmente grande a favor de estas intervenciones para cambiar comportamientos. Sin embargo, la publicación alertó sobre la probabilidad de que los resultados se vieran afectados por el sesgo de publicación (escoger presentar los resultados, así como publicar investigaciones, que confirman los resultados deseados).
Esta alerta fue recogida por Maier y otros investigadores en el Reino Unido, Países Bajos y Australia, quienes, en una respuesta a la publicación, establecieron que si se tenía en cuenta el sesgo de publicación, los “nudges” o pequeños empujones, no tienen evidencia de ser efectivos. Esto suena como una herida de muerte a las intervenciones basadas en la economía comportamental y a las estrategias utilizadas en cientos de experimentos e intervenciones alrededor del mundo. El debate está servido.
Como respuesta, Michael Hallsworth, el director del Behavioral Insights Team para las Américas salió en defensa de las ciencias del comportamiento criticando además el título de la publicación de Maier y compañeros por polémico y arbitrario.
Hallsworth enfatiza que diferentes organizaciones, entre ellas la que él dirige, han realizado experimentos con miles de participantes, en donde han mostrado que ciertas intervenciones son efectivas para producir cambios de comportamiento y que las ciencias del comportamiento tienen mucho para dar. Dentro de sus principales argumentos se encuentra que, dentro del estudio de Maier, se incluyen como “nudges” una enorme variabilidad de tipos de intervenciones, contextos y poblaciones. Así, uno de sus puntos clave gira alrededor de la efectividad que sí muestran ciertas intervenciones en ciertos contextos. Por esto, la idea de que se dé por muerto al “nudge” y por extensión a las ciencias del comportamiento, parece una decisión prematura.
Las ciencias del comportamiento son un conjunto de disciplinas y así mismo, de ideas que proponen unas estrategias alternativas a problemáticas largamente discutidas.
La existencia del sesgo de publicación es un problema evidente que dificulta la estandarización de intervenciones y la generalización de las mismas en distintas poblaciones, pero también es cierto, como asegura Hallsworth, que estas intervenciones comportamentales han traído en muchos casos beneficios en grupos humanos y contextos que las necesitan. Incluso, esta realidad es expresada por los autores de los dos diferentes artículos que fueron publicados este años analizando la efectividad. Dar por muertas a las intervenciones comportamentales es cerrarle la puerta a una enorme innovación que toma como punto de partida las mismas características que nos hacen seres humanos. Antes de involucrarnos en un pánico generalizado, es más importante evidenciar que las ciencias del comportamiento son más que los nudges, y sobre todo, que las evaluaciones comportamentales tienen un futuro muy grande para promover la salud, el bienestar y el desarrollo económico y social.
Los nudges no han muerto.
Referencias
Maier, M., Bartoš, F., Stanley, T. D., Shanks, D. R., Harris, A. J., & Wagenmakers, E. J. (2022). No evidence for nudging after adjusting for publication bias. Proceedings of the National Academy of Sciences, 119(31), e2200300119.
Mertens, S., Herberz, M., Hahnel, U. J., & Brosch, T. (2022). The effectiveness of nudging: A meta-analysis of choice architecture interventions across behavioral domains. Proceedings of the National Academy of Sciences, 119(1), e2107346118.
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